martes, 1 de octubre de 2019

7.3- SANTANDER. UN POCO DE HISTORIA (II).


Maspalomas. Gran Canaria.


En el anterior artículo habíamos dejado Santander a finales del S. XVII. Retomemos la máquina del tiempo e introduzcamos una fecha importante para el futuro de la pequeña villa marinera, nos vamos a 1731.


- SANTANDER Y EL S. XVIII.


1731. El ministro Patiño decide desviar el comercio de lanas de Castilla hacía el puerto de Santander, fue el primer paso para la recuperación de una villa que, en el censo de 1752, contaba con 1.005 habitantes, incluyendo los pueblos de Cueto, Monte, San Román y Castillo.
El Marqués de la Ensenada quería una Marina española fuerte, no solo para defender el tráfico ultramarino sino como potenciadora del comercio en competencia con Francia, Inglaterra y Holanda. Se habían creado nuevos arsenales en Ferrol, Cádiz y Cartagena, pero no eran suficientes, por eso en 1746 el Astillero de Guarnizo se puso a trabajar y en 4 años habían terminado 16 navíos, artillados cada uno con 70 cañones fundidos en las fábricas de La Cavada y Liérganes. Además los montes de Cantabria suministraron toda la madera necesaria para los astilleros de Ferrol, Cádiz y Cartagena, realizando las entregas puntualmente, con las dificultades que conllevaba los caminos en aquella época. 
El insigne y Real Astillero de Guarnizo fue uno de los enclaves históricos más importantes para la historia de la navegación española: este astillero fue la "fábrica" de los navíos de la Real Armada a lo largo de 3 siglos (1583-1769), de la que salieron más de 70 galeones, 46 navíos de línea, 19 fragatas y otras embarcaciones menores. Actualmente la empresa Astander continúa con la tradición de astilleros en nuestra bahía.
Gracias al entendimiento del Marqués de la Ensenada, con dos insignes montañeses, el padre Rávago y Juan Fernández de Isla, la vieja villa amurallada se transformó en una ciudad que debía crecer partiendo de sus nuevos muelles y aprovechando el potencial de una bahía única en el mundo.


Don Juan Fernández de Isla y Alvear y uno de sus bocetos para los navíos que se construían
en los Reales Astilleros de Santander y Guarnizo. Foto del autor de la exposición Real Astillero
de Guarnizo en el III Festival del Mar de Santander.
Panel informativo en la exposición Real Astillero de Guarnizo en el III Festival del Mar de
Santander. Foto del autor.



Plano de la bahía de Santander y su entorno de Don Antonio de Arévalo y Esteban
(1715-1800). Fue un gran matemático e ingeniero militar español que desde 1742 a 1798
diseñó, dirigió y completó las obras de fortificación de Cartagena de Indias, tras el
ataque inglés de 1741, convirtiéndola en la ciudad más fortificada y el puerto más
seguro de la Corona de Española en América.



Plano de la ciudad de Santander de Don Juan Fernández de Isla y Alvear (1709-1788).
Fue un empresario montañés (nacido en Isla) que diversificó la industrial regional e intentó
modernizarla creando empresas y construyendo barcos. En el mapa observamos un rectángulo

con el nombre de tinglado, esta enorme nave que prácticamente era más larga que la
propia ciudad se construyó en pocos meses y servía para hacer las jarcias de los barcos.
Este edificio tenía 400 metros de largo por 25 de ancho.

En 1749 se crearían las intendencias borbónicas, el corregimiento pasó a estar a cargo política, administrativa y jurisdiccionalmente del partido del Bastón de Laredo. Al encontrarse aquí la sede del corregidor de la Hermandad de las Cuatro Villas, obtuvo la titulación de capital de esta demarcación territorial. De este modo, la Hermandad estaba representada por una junta, dependiendo del corregimiento homónimo, que a partir del S. XVIII dependía de un partido y este de una intendencia monárquica. En estos años hubo importantes hitos para la región que resumo en unos pocos puntos:

1752. Se construyen las Reales Atarazanas de Santander.
1753. Se termina el camino de Reinosa.
1754. Por Bula del Papa Benedicto XIV se crea el Obispado de Santander, siendo un paso muy importante para constituir un reconocimiento institucional de la identidad montañesa diferente de la castellana.
1755. El Rey Fernando VI concede a Santander el título de Ciudad. Esta efeméride atrae población a Santander y obliga a ampliar las pueblas por lo que se derriban las murallas de la ciudad tras 800 años de eficaz servicio a la villa.


Escudo de Santander al concedérsele el título de ciudad.


En 1763, uno de los varios incendios que sufrió la ciudad arrasó las viviendas de la calle de la Mar, barrio de pescadores y marineros del Cabildo de Abajo, inmediata a la playa de la dársena grande. A raíz del incendio se solicita el dragado de la dársena y la primera gran ampliación de la ciudad y un nuevo plan urbano para ella. Fue llamado Proyecto Llovet. Diversos problemas no dejaron concluir la obra hasta 1788. Durante este obra se construiría la plaza del Mercado del Este y se descubriría la canal que permitiría en un futuro las ampliaciones de la ciudad sobre la bahía que hoy conocemos.
En 1773 se crea la Junta de Obras del Puerto de Santander.


Vista de Santander "al revés" publicada por Huquiers Fils en 1750 en un grueso cartón con el
objeto de exhibirse en un curioso aparato llamado visor óptico, el cuál aumentaba el visionado
de la estampa a través de una serie de espejos y lentes. Obsérvese que la vista está al revés
de su forma natural para poder ser contemplada en dicho aparato.



Plano del proyecto Llovet para la ampliación del puerto de Santander (1765).
Se observa como aún entra la ría de Becedo en pleno centro de la ciudad.

Archivo General de Simancas.



En 1785 se derriba la muralla de la ciudad ya que amenazaba ruina y se concede a la ciudad el Consulado de Mar y Tierra, esta institución permitiría captar recursos para las obras realizadas.

En 1787 se acometió las obras del nuevo camino a Reinosa, ya que el viejo quedó muy deteriorado en 1775 por lluvias e inundaciones. El nuevo camino se prolongaría hasta Palencia, lo que contribuyó decisivamente al crecimiento del Puerto que, a mediados del S. XIX llegó a ser el más importante en el tráfico de trigo y harinas. En 1787 también se abrió el camino a La Rioja, importante para la exportación de vino.
En 1790 el Consulado creó las escuelas de Comercio, Marina y Dibujo que contribuyeron a la formación de extraordinarias generaciones de pilotos y marinos. Entre ellos debo incluir a mi abuelo paterno Don Antonio Ruiz Elorza (Santander 1904, Santander 1998), capitán de la marina mercante y comisario del puerto de Santander, jubilado a principios de los años 70. Pero su extraordinaria historia la contaré más adelante.
Al terminar el S. XVIII, Santander contaba con 6.000 habitantes.

En 1791 visitó Santander Gaspar Melchor de Jovellanos y al año siguiente el viajero alemán Antón Kaufhold, ambos dejaron por escrito sus buenas impresiones al conocer la ciudad. 
El gran Jovellanos dijo, en 1791 viendo los bellos edificios de los muelles: "no puede haber dinero ni fuerzas para la inmensidad del proyecto pendiente".


El Mercado del Este ya estaba terminado en 1788, en estas dos fotografías
podemos ver como estaba a principios del S. XX, no muy diferente a su
construcción original y su actual estado tras la remodelación que
preservó su estructura y materiales. Incluido el cartel publicitario
de "Agua de Borines" que se contempla en la esquina.
Foto bajada de internet.


Recordemos las palabras de Kaufhold en 1792: "Santander es una ciudad pequeña y antigua, por ello sus calles son angostas, casas malas, altas, de 5 o 6 pisos y sin espacio. El comercio la sacó de la nada y levantó una hilera de edificaciones de piedra junto al muelle, el de la Aduana es el más hermoso. Estas casas dominan una de las más hermosas vistas sobre la bahía y las montañas cercanas. El propio lugar en que está la ciudad es muy bonito, está al pie de una pendiente muy suave, sembrada de viñedos, su luminoso verde ofrece una vista muy grata a los ojos (...) Hasta hace poco las estadísticas no favorecían a Santander; de repente un nuevo sistema comercial la hizo revivir, le dio nueva energía; se establecieron aquí comerciantes importantes, se construyeron barcos, pronto creció el comercio, también vinieron franceses e incluso un par de casas comerciales alemanas; las casas que generalmente no eran muy valiosas ahora alcanzan valores muy altos, la población creció día a día, los alquileres se encarecieron, comenzaron a construirse casas nuevas (...)


Portal de una de las grandes casas que levantaron los navieros y comerciantes en el próspero
puerto de Santander del S. XVIII. Actual paseo de Pereda. Foto del autor.



Y Kaufhold continúa: (...) el comercio con América crece día a día, con el tiempo será mayor, esto ya se nota en Cádiz. Se debe a que Santander es una ciudad de la provincia libre de La Montaña, que no necesita recaudar aranceles al recibir las mercancías, sino que los recauda cuando se reexpiden hacía Castilla, hacía América o donde sea. Esta es una gran ventaja con la que Cádiz no puede competir y decaerá su comercio. No solo Santander, otros puertos saldrán ganando con estas medidas; se abaratarán las mercancías y por esta razón crecerá el comercio." 
Lo transcrito sacado del libro "Santander Huellas de una Ciudad" de Valeriano García, es un extracto de un informe más amplio del viajero Kaufhold.

Francisco Antonio del Campo (1759), de Trasmiera, es uno de esos comerciantes, promotores del cambio económico, de los que habla Kaufhold. Una de las 3 fábricas de cerveza que funcionaban en Santander en 1787 era suya. Instalada en Cañadío, en la esquina con la actual Cuesta de las Cadenas. En su propio muelle cargaban los 4 barcos propiedad de la empresa, el bergantín " El cervecero de Cañadío" de 120 toneladas hacía la ruta a Veracruz (Méjico) y La Guaira (Venezuela). La cerveza era de gran calidad y exportaban 850.000 botellas en los 4 primeros años. Carlos IV en 1798 le concedió el título de Conde de Campo Giro.


Cuadro del puerto de Santander de Mariano Ramón Sánchez encargado por el rey Carlos IV
hacía 1793, dentro de una serie dedicada a los puertos más importantes de España de
la época. En él se aprecia el muelle santanderino desde "la dársena chica". Se ven pequeñas
naves mercantes frente a las casas del primer ensanche de Santander (actual paseo de
Pereda) y en la dársena exterior (o Muelle de Naos) donde solo sean visibles sus mástiles.
Y entrando en el muelle un buque de guerra (navío de línea o fragata) en el cual ondea la
bandera rojigualda. 


En 1788 se concluyó los trabajos del denominado paseo de la Alameda Primera, la actual calle Jesús de Monasterio, donde hace mucho desaparecieron los árboles.

Para terminar este siglo XVIII en Santander, poner negro sobre blanco unos datos que demuestran la importancia del puerto, tomados de la Guía de García de Diego publicada en 1793: en 1792 entraron en el Puerto 843 embarcaciones. Se exportó por valor de 29.166.567 reales y se importó por 42.989.253 reales.



- SANTANDER EN EL S. XIX.

Para comenzar el S. XIX vamos a mostraros un par de imágenes, que según dicen, valen más que mil palabras. Así observaría la ciudad un marino que se aproximara al puerto de Santander tras entrar en su hermosa bahía.


Lámina de Cumberland publicada en 1823 del puerto de Santander. En primer plano, delante de la
catedral, observamos La Casona del Mayorazgo de los Ceballos y el Cuartel de Inválidos, donde
residían ex-militares que sufrieron heridas de guerra. En este caso habitaban en el Cuartel de Inválidos
los soldados mutilados de la Guerra de la Independencia. Foto del autor del panel informativo
de la calle Azogues, donde se realizan obras para sacar a la luz la Historia enterrada
junto a la catedral de la ciudad.


Foto del puerto de Santander en 1867, se aprecia la Casona del Mayorazgo de los
Ceballos y detrás la torre de la catedral. Foto bajada de internet.

En 1837, en la Plaza Nueva (actual Plaza Pombo), se construyó el primer edificio de la nueva plaza, la casa de los Arcos de Botín (donde se encuentra actualmente la cafetería Plaza) ejemplo que ilustra la evolución de la ciudad. Don José María de Pereda habla de ella en una de sus novelas: en su día estuvo rodeada por el agua del mar y detrás había un pequeño astillero.
Treinta y ocho años más tarde (1875) se edificaba la casa-palacio de don Juan Pombo, fue el edificio que cerraba la plaza, actualmente es el Club de Regatas.


Casa de los Arcos de Botín en la plaza Pombo. Fotos de 2010 y durante la guerra civil española.
Debajo de esos sacos dormían refugiados vascos que huían de las tropas nacionales.
Foto de fusionestemporales.com
Plaza Pombo en 1907, en esta época de principios del S. XX se llamaba plaza de La Libertad.
Al frente vemos la casa-palacio de Juan Pombo que luego dió nombre a la plaza.
Se puede apreciar a la izquierda de la imágen los raíles del ferrocarril.
Santander. Foto de internet.


Uno de los hitos más importantes en la historia de la ciudad de Santander fue cuando, a principios de siglo, se empezó a hablar en serio, del proyecto de ampliar el puerto con el relleno de las marismas de Maliaño en su parte más cercana a Santander. En su tiempo se hizo popular una frase con respecto a este macro-proyecto: la locura increíble de los rellenos de Maliaño.

El 31 de julio de 1851, un numeroso grupo de comerciantes santanderinos, todos con poder económico, se dirigieron al Ministerio de Comercio, Construcción y Obras Públicas solicitando autorización para construir el muelle de Maliaño. En 1861 el Ministerio de Fomento dio por terminadas las obras del proyecto.
El muelle del ferrocarril, el más cercano a Anaos permitió los trabajos de construcción de la Estación y más hacía el Este se situaba otro, de mayor tamaño y dotado de cuatro carriles destinado a uso público. Estos muelles longitudinales y sus salientes de madera fueron llamados en Santander, machinas, un "raquerismo" local. Raquerismo proviene de raquero (chiquillos de los barrios pesqueros que recorrían los muelles haciendo de las suyas) y alude a palabras usadas solo en Santander. En el próximo artículo los conoceremos.


Las aguas de la bahía llegaban en 1860 prácticamente hasta lo que hoy es la plaza de las farolas junto
al edificio de Correos. Se observa perfectamente como la actual calle del General Dávila en esa época
era pleno campo, el monte con árboles que se ve al fondo. Foto de internet.





Acuarela del puerto de Santander a mediados del S. XIX.

En el ambicioso plan de los nuevos muelles de Maliaño estaba previsto construirse: Aduana, Casa Municipal, Iglesia, Mercado, Almacenes, Alamedas, La Estación de Ferrocarril Alar-Santander...
En 1872 don Cándido Herrera obtuvo la concesión de construir un muelle longitudinal de madera, a lo largo de toda la escollera del relleno de Maliaño, así como cinco muelles salientes, también de madera. Estos muelles irían enfrentados a las calles transversales previstas en el Proyecto de Ensanche de la Población
La concesión fue traspasada a D. Juan Manzanedo, Duque de Santoña y en adelante se denominó muelles de Manzanedo.
En 1873, en el 1er Centenario de la Junta de Obras del Puerto de Santander, en el discurso del Primer Ingeniero Director de la Junta, leemos: esta es la obra maestra de la ingeniería portuaria española de entonces, que iba a ganar, en cuanto se terminaran los rellenos, espacio para una nueva gran ciudad, coqueta y geométrica, limitando hacía Cajo con otra dársena aún mayor (el Cuadro) en forma de "T" y con una superficie 3 veces la actual. Se habían construido 6 muelles salientes en la línea de Maliaño y 4 pantalanes, lo que se llamó muelle de Manzanedo.



"Plano de 1880 de la bahía de Santander. En la zona del Ensanche de Maliaño se señalan los terrenos
vendidos, construidos y pendientes de construir, los dedicados a edificios públicos, el perímetro
de la Estación, los muelles de madera y la enorme dimensión de la proyectada dársena" Del libro
"Santander, huellas de una ciudad" de Valeriano García-Barreda Alonso. 


Plano del Ensanche de Maliaño hacía 1880. Foto de Pablo Isidro Duomarco.
Cuadro "El puerto de Santander" del maestro santanderino Tomás Campuzano y Aguirre
(Santander 1857, Madrid 1934). El cuadro (detalle) data de 1890.
Los dos edificios que se observan a la derecha son los de la plaza de Matías Montero en Puertochico
y el inicio del paseo de Pereda de Santander. Foto de internet.




Maravillosa fotografía del paseo Pereda de Santander en 1880. La mar llegaba hasta casi los
portales de los señoriales edificios de la avenida más icónica de la ciudad. En la actualidad se
ha ganado mucho terreno al mar ampliando el paseo. Foto de internet.


El paseo de Pereda en la actualidad desde una de las lanchas de los Regina, herederos de las Corconeras,
navegando hacía la playa de El Puntal. Santander. Foto del autor.


Paseo de Pereda en 1884. Se observan las Corconeras amarradas al muelle de madera del que
partían hacía el Puntal, Somo, Pedreña y Astillero. Foto del fotógrafo Pablo Isidro Duomarco.

Colección Víctor de Campo Cruz. Centro de Documentación de la Imagen de Santander.

Hablemos un poco ahora de las "corconeras" esos primeros buques de vapor que como un autobús de línea marítimo unía diferentes puntos de la amplia bahía de Santander. Desde época romana existiría alguien que se dedicaría a transportar gente de un lado a otro.
De las barcas a remo y vela, en 1877 se pasó por obra de los empresarios Joaquín Bolado, Juan Gutiérrez Colomer y Felipe Sánchez Díaz a los barcos de vapor cuando crearon la compañía "La Corconera". Eran barcos muy marineros con una gran chimenea blanca y amarilla que cubrían el trayecto de Santander a la playa de El Puntal, Somo, Pedreña y Astillero. La empresa llegó a tener hasta 9 barcos, todos ellos con el nombre Corconera seguida de un número correlativo.


Vapor Corconera Nº1 en los astilleros de San Martín donde trabajó el bisabuelo paterno
del autor.
Esta foto data de 1886 y seguramente uno de los que aparecen en ella sería mi antepasado.
Al año siguiente empezaran a realizar las rutas uniendo la bahía de Santander.

Foto del Blog "Escenas de Santander"


Vapor Corconera Nº 6 desde la playa de El Puntal (1877). Foto Blog Escenas de Santander.


     
El bisabuelo paterno del autor D. Abundio Ruiz en una foto que
mandó a su hijo recién embarcado como piloto en un buque
mercante en los años 20. La foto se hizo en Santander.
Foto del álbum familiar del autor.

Como curiosidad, y dato que ha encantado conocer al que suscribe, viendo esa antigua foto del astillero de San Martín recuerdo perfectamente cuando mi abuelo me llevaba a pasear por esa zona siendo yo un niño. Me señalaba las venerables paredes del alargado edificio y me explicaba como su padre trabajó en ese astillero haciendo barcos de todo tipo. 
Gracias a ese trabajo D. Abundio Ruiz y Dña. Lucía Elorza pudieron traer al mundo a sus 6 hijos; tres niños y 3 niñas. Entre ellos mi abuelo Antonio, el mayor, que nació en 1904 y darles estudios. Mi abuelo gracias a estudiar marina civil acabaría de capitán de la marina mercante y comisario del puerto de Santander. Su trabajo fabricando esas corconeras serviría para que, años más tarde, uno de sus hijos pudiera enseñar a su nieto los lazos familiares que, a través de cuatro generaciones, siempre los unirían a esa bahía y a la mar.


- LA CATÁSTROFE DEL CABO MACHICHACO EN 1893.


A los 3 años de la creación del cuadro superior pintado por el maestro Tomás Campuzano, se produjo la catástrofe del Machichaco.
El buque de vapor vizcaíno Cabo Machichaco se encontraba atracado en el muelle saliente 2 de Maliaño, ubicado junto a la actual calle Calderón de la Barca. Entre otras mercancías como harina y material siderúrgico también transportaba varios garrafones de ácido sulfúrico en cubierta y 51 toneladas de dinamita, cuya existencia no se había dado parte o las autoridades portuarias la omitieron. La dinamita procedía de la fábrica de explosivos de Galdácano (Vizcaya) y tenía como destino puertos del sur de España, salvo 20 cajas para Santander.
Según el reglamento del puerto de Santander, cualquier barco que transportase dinamita debía hacer la carga o descarga en el fondeadero de La Magdalena o al final de los muelles de Maliaño (Camargo). Esta norma trataba de evitar el manejo de explosivos en pleno centro de la ciudad.
A las 13:30 de la tarde del 3 de noviembre de 1893 se informó a las autoridades locales del comienzo de un incendio a bordo del barco. Cuando los pocos medios antiincendios del barco y de los bomberos del puerto junto a personal de la Junta del Puerto y autoridades locales estaban involucrados en la extinción del incendio...se produjo la explosión de una de las bombonas de ácido sulfúrico de cubierta, extendiendo el fuego por las bodegas de proa. 


El buque Cabo Machichaco ardiendo antes de la explosión que haría volar las dos
bodegas de proa (vista aquí en primer plano). A la izquierda del buque, bajo el cabo de través
que amarra el buque se aprecia el pantalán con menos de media marea y sobre él un grupo de
personas, probablemente autoridades o fuerzas de seguridad por tratarse de zona restringida.
La multitud de curiosos quedaría más a la izquierda y fuera de encuadre. Puede que el buque
que se aprecia a la derecha sea el vapor auxiliar de Trasatlántica.
Foto de autor desconocido.


Cabe destacar que también acudieron a ayudar los tripulantes del vapor-correo Alfonso XIII, llegado el día anterior de su primer viaje a Cuba, el buque francés Galindo, el inglés Eden y el trasatlántico español Catalina, muchos de sus tripulantes subieron al Cabo Machichaco a ayudar.
Lo terrible es que el fuego atrajo a muchos curiosos que desconocían la carga que había en las bodegas del barco. A las 4 de la tarde, con el incendio aún presente, se supo el contenido de la carga. A pesar de ellos el público no fue retirado del lugar por las autoridades.


Según una publicación de la época esta foto estaría sacada a las 16 h. Se aprecia la aleta de
babor del "Cabo Machichaco" con su nombre y matrícula visibles, así como el viento del E y la
ausencia de los dos botes de la toldilla, arriados para salvarlos de la quema. En la zona
incendiada están abarloados y bombeando agua el aljibe de La Junta del Puerto y el del tren
de dragado (la draga que saca tierra del fondo de la bahía para hacerla más profunda),
acompañados probablemente de la lancha de vapor "Julieta". Más a popa (en la zona de
máquinas) se han dispuesto defensas de costado, posiblemente ante la inminente llegada del
vapor auxiliada de Trasatlántica que transporta un trozo de auxilio. Foto desconocida.
Texto de Luis Jar Torre en grijalvo.com 
Estragos en los edificios del muelle de Maliaño tras la explosión del Machichaco (1893).
Foto de un artículo de El Diario Montañés.
Tareas de desescombro en Santander bajo la atenta mirada de un guardia civil (1893).
Foto de un artículo de El Diario Montañés.


Una hora después las dos bodegas de proa estallaron. La explosión produjo una gran tromba de agua de miles de toneladas que arrastró a muchas personas al mar. La onda expansiva se propagó por toda la bahía. Varios edificios cercanos se derrumbaron. Cientos de fragmentos de hierro volaron a kilómetros de distancia. La magnitud de la explosión fue tal, que según cuentan testimonios un calabrote (un cabo de los más gruesos para amarrar los buques a puerto) llegó a Peñacastillo, a 8 kilómetros matando a una persona. Una ermita medieval en San Juan de Maliaño, a 8 kilómetros se derrumbó por la onda expansiva. 


Línea de costa y muelles en 1893 en amarillo. La mitad del buque que voló fue la proa (a la derecha). En
lo que es la explanada actual, que antes atravesaba una vía férrea se concentró la multitud de
curiosos. Composición de Luis Jar Torre en grijalvo.com/Cabo_Machichaco



Plaza de Machichaco en la actualidad, en la parte izquierda de la imagen se observa el monumento
a los muertos en la explosión. Un monumento de piedra blanca en un triángulo de césped a la
salida del túnel. Santander. Foto de Fernando Ruiz Torío.


Todos los que subieron al barco, incluyendo 32 tripulantes del Alfonso XIII y el capitán del mismo Don Francisco Jaureguizar, murieron en la explosión. El resultado de la explosión fue terrorífico: 590 muertos y 525 heridos aunque me creo más la cifra de 2.000 heridos que dan otras fuentes. En ese momentos había 50.000 vecinos censados en Santander. Otra desgracia que hace única esta tragedia fue el fallecimiento de la mayor parte de autoridades civiles y militares de Santander, incluido el gobernador civil Somoza (su bastón de mando apareció en la playa de San Martín a miles de metros de distancia), además de los bomberos, marineros, civiles, trabajadores del puerto y curiosos que se acercaron para observar como ardía el barco. Durante toda la noche el fuego alumbró las tareas de rescate y abundaron los relatos de restos humanos aparecidos en tejados de viviendas a kilómetros de distancia.
Santander venía sufriendo una crisis desde 1875, con la prohibición de las exportaciones de harina y trigo al extranjero, agudizada por la quiebra del comercio con las provincias americanas. La tragedia del Machichaco ocurrió en un momento muy delicado para la ciudad.




Primer monumento a las víctimas erigido en 1896 por el
arquitecto municipal santanderino Valentín Ramón Lavín
Casalís. Durante la tragedia este arquitecto consiguió evitar la
propagación del fuego gracias a varias intervenciones de
urgencia. Se halla en la Plaza del Machichaco, a pocos metros
de la explosión. Foto de wikipedia.



La tragedia que se abatió sobre Santander en ese día en forma de negra nube de horror y muerte procedente del Machichaco pudo sentenciar el destino urbano del Ensanche de Maliaño. Los edificios cívicos pendientes de edificar también desaparecieron entre los escombros de los que ardieron.
Tres años después (1896) un nuevo plan urbano revitalizaba la ciudad vieja: el nuevo ayuntamiento, el Mercado de La Esperanza, el Parque de Bomberos, nuevos colegios, el barrio de La Florida, todas las nuevas edificaciones públicas inclinaban la balanza residencial hacía las calles Becedo y Numancia y los tranvías alargaban sus rutas hacía Cuatro Caminos y Cajo; y las nuevas tendencias del veraneo, reforzada años más tarde por el veraneo regio, marcaron nuevos caminos por Castelar y Reina Victoria.


Paseo de Pereda en los últimos años del S. XIX se aprecia el embarcadero de Las Orconeras y
como llegaba el agua de la bahía hasta casi las casas de la avenida.
Foto de Internet.



Segunda planta del Mercado de la Esperanza, que se encuentra detrás del Ayuntamiento de Santander.
La estructura se conserva tal cual se levantó en 1893. Foto del autor.
Finales del S. XIX, una imagen de la antigua calle Azogues donde se
encontraba el cuartel de San Felipe (actual edificio del Banco de España)
y el arco del Atrio del Cristo que daba a la catedral. 1882-1895. Fotografía
del Centro de Documentación de la Imagen de Santander.


- EL DESASTRE DEL 98. GUERRA DE CUBA.


En los años 1894 y 1895, el trabajo de los Correos, como se denominaba a los vapores que hacían la travesía a América, fue intenso transportando a las tropas destinadas a la Guerra de Cuba. Salían desde diversos puertos españoles, incluyendo Santander, y trasladaron a 200.000 soldados españoles.

El dolor de la guerra llegó al puerto de Santander en septiembre de 1896 con la llegada del Alfonso XII transportando la primera expedición de soldados heridos de guerra, trasladados al hospital de San Rafael (actual Parlamento de Cantabria) y a un hospital-militar improvisado en Calzadas Altas, aún continúa llamándose así la calle en la calle Alta.
A partir de enero de 1897 la llegada continua de vapores cargados de dolor y derrota fue continua. Santander improvisó hospitales de campaña en Miranda, en el cuartel de María Cristina (actual Centro de Mayores de la calle General Dávila) o el Lazareto de la Isla de Pedrosa (al fondo de la bahía frente a la población de Pontejos) para atender a los heridos y mutilados. En febrero de 1899 llegaron los últimos barcos.


Dos de las Corconeras desembarcan combatientes heridos de la Guerra de Cuba en 1898.
Fotógrafo desconocido. Colección Víctor del Campo Cruz. Centro de Documentación
de la Imagen de Santander.


El Desastre del 98, fue el culmen de la pérdida de los territorios hispanos en América y como no, afectó a Santander tanto o más que al resto del territorio nacional.
La prensa de la época detallaba ya en 1898 que Santander padecía una extraordinaria crisis económica. El movimiento veraniego (los Baños de Ola) había decaído desde el comienzo de la contienda. La cifra de exportaciones en el puerto que salían hacía América estaba casi perdida por el miedo a posibles crisis financieras. Las ventas en el comercio local eran mínimas. El ayuntamiento suspendió los festejos veraniegos y el importe de los mismos se dedicó a ayudar al Gobierno por la sangría de la guerra y hasta la Cocina Económica (aún en funcionamiento en la calle Tantín) tuvo que suspender sus actividades filantrópicas por falta de fondos públicos y donaciones.
En 1898 los hermanos Pombo habían vendido sus concesiones y propiedades, las dos compañías de tranvías que había en Santander fueron vendidas a una empresa belga y La Corconera había vendido 6 de sus 9 barcos, pues con los 3 últimos atendieron, hasta el final, el regreso de nuestros combatientes repatriados transportándolos desde los grandes barcos de vapor hasta los muelles de la ciudad.


Vapor Corconera Nº3 desembarcando en el muelle de Santander a sus pasajeros en 1877.
Foto del Blog Escenas de Santander.


Durante 3 años los santanderinos ayudaron en el desembarco (a brazo por falta de medios) de los heridos y mutilados que, como doloroso recordatorio de una derrota trágica, contemplaban en su lento desfilar por las calles hasta hospitales, albergues y casas particulares. No hacía mucho, en jornadas festivas con banda de música incluida, los habían visto zarpar como jóvenes llenos de vida...la Guerra, la crean los viejos en los despachos para que mueran los jóvenes en los campos de batalla.


Plaza de Velarde y Mercado de la Ribera en el año 1900. A la izquierda la "casa tapón" que se
encontraba junto a la catedral de Santander y que ya no existe. Actual plaza de La Asunción.
Foto del Centro de Documentación de la Imagen de Santander.


Santander necesitaba cerrar el S. XIX con esperanza, un siglo de éxitos económicos, avances sociológicos pero de mucho dolor humano.
A comienzos de siglo muchas familias de pescadores habían sufrido la muerte de sus hijos en la batalla de Trafalgar, embarcados en El Montañés. Hacía tan solo seis años que la explosión del Cabo Machichaco había golpeado a la ciudad.
Y aún con todo ello en la memoria, los santanderinos se volcaron en ayudar a los hombres que regresaban vencidos y mutilados de la Guerra de Cuba.
Tanta generosidad fue reconocida el 11 de julio de 1899, al firmar la Reina Regente María Cristina, el título que reconocía a Santander como Siempre Benéfica, título que se añadiría al que ya tenía como villa desde el S. XV como Muy Noble Y Siempre Leal, concedido por el rey Enrique IV.

En este artículo he intentado resumir un poco la historia de Santander en los S. XVIII y XIX, con el tercer y último artículo conoceremos como trató el S. XX a nuestra ciudad, un tiempo contemporáneo que el autor vivió en primera persona desde 1973. 

Nos vemos próximamente por el Santander de 1901...os espero en Puertochico observando como los "raqueros" se "pegan unos coles en la bahía".







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